Hablar de la protección de datos de las empresas, es hablar de seguridad de la información y protección de datos de carácter personal o como ahora se denomina de una forma más cool: de Ciberseguridad y Privacidad de la empresa.
La Ciberseguridad y la privacidad, poco a poco van teniendo presencia en todo lo que nos rodea, incluso en la legislación de aspectos tales como la protección de las infraestructuras críticas o los servicios de intermediación bancaria.
Pero.. ¿qué es proteger los datos? y ¿cómo se hace?
Los principios básicos que deben ser aplicados, sirven tanto para una pequeña empresa, como para una mediana o gran empresa.
Lo que difiere, lógicamente, son sus capacidades humanas y económicas para enfrentarse a las ciberamenazas y a los ciberatacantes.
Capacidades que permiten disponer de herramientas, procedimientos y servicios adecuados al volumen de empresa y gasto en tecnologías de las redes y los sistemas de información que manejan.
Los principios básicos son:
- Conocer qué tipo de información tratamos (datos importantes para la empresa, secretos comerciales, datos de carácter personal,..). Bajo el término “tratar” se encuentran acciones tales como: recoger, procesar, almacenar, transmitir y destruir (si, destruir, aunque solemos olvidarnos de esta importante acción sobre los datos).
- Valorar la información y clasificarla (confidencial, publica,..).; ya que no se puede proteger adecuadamente lo que no se sabe que es importante y el daño que nos provocaría su pérdida. Una empresa pequeña no la clasificará formalmente, pero sí debe “mentalmente” saber si la puede exponer o no, cada clase de información que maneje.
- Designar responsables de esa protección en las empresas (si no, caeremos en el “alguien hará algo sobre algo”).
- Identificar qué amenazas se puede materializar. Ya sea esta materialización, de forma directa sobre la información o de forma indirecta, a través de los sistemas informáticos que la tratan.
- Valorar cómo de probable es que se produzca y que impacto tendría sobre mi negocio y prepararse para lo peor.
Porque lo peor puede producirse, tal es así que por eso el legislador contempla cada vez más y en más ámbitos incluso en el médico, esa posibilidad.