No hay ninguna inversión que sea completamente segura. Y, si la hubiera, no sería rentable. La diversificación es una fórmula de reducir el riesgo inherente a toda inversión y de estar protegido ante eventos inesperados.
“La diversificación es la protección contra la ignorancia”, y no le falta razón. Si hay una fórmula de proteger tus inversiones esta es diversificarlas, lo que comúnmente se conoce como “no poner todos los huevos en una misma cesta”.
Warren Buffet
Diferentes tipos de riesgo
Principalmente podemos distinguir entre dos tipos diferentes de riesgo: diversificable y no diversificable.
El riesgo no diversificable, también llamado riesgo sistémico, es aquel que se asocia al mercado en su conjunto. Es un riesgo que no afecta a ninguna empresa o activo en concreto, sino que cuando se produce afecta a todos los activos de un mercado. Ejemplos de este tipo de riesgo serían subidas de tipos de interés, inflación, guerras, cambios de gobierno, etc. En definitiva estamos hablando de un tipo de riesgo que el inversor debe asumir como inherente a la actividad de invertir. No podemos eliminar este riesgo mediante la diversificación.
El riesgo diversificable, también conocido como riesgo no sistémico, es el riesgo específico a cada empresa o activo en los que podemos invertir. Las fuentes más habituales de este tipo de riesgo son el riesgo empresarial y el riesgo financiero de quiebra de un activo específico. Como inversores prudentes, podemos utilizar la diversificación para limitar el impacto que pueden tener este tipo de eventos sobre el conjunto de nuestras inversiones.
¿Cómo diversificar tu cartera?
Diversificar pasa por tener instrumentos o activos que ante situaciones idénticas reaccionen de forma distinta, para que las ganancias de unos activos puedan compensar las pérdidas de otros. Sobre todo, en momentos delicados de mercado.
Desde un punto de vista práctico, esto se traduce en contar con inversiones en renta fija, pero también en renta variable, apostar por empresas de diferentes sectores y de diferentes países.
Como con casi todo lo que tiene que ver con la inversión, la teoría siempre es más fácil que la práctica. De hecho, en este caso, es más fácil equivocarse que hacerlo bien, y la culpa la tienen los sesgos cognitivos. Normalmente invertimos en empresas que conocemos y tenemos cerca porque así nos sentimos más seguros.